jueves, 30 de agosto de 2012

El modo de producción asiático

Todos los placeres, los permitidos y los castigados, se dan cita en las calles cosmopolitas de Madrid: bares asturianos, mesones gallegos, restaurantes indios, cantinas mexicanas de roncos poetas y entrañables tabernas de toda la vida, de camarero almidonado que recibe a los parroquianos siempre sonriente y que al grito de “jóvenes” se ofrece gustoso a servir la consumición solicitada. Los provincianos solemos regalar a la Villa y Corte generosas leyendas que alaban su riqueza y su oferta cultural y gastronómica. Y respecto a la tortilla no podía ser menos: habíamos oído hablar de un local especializado famoso por la calidad y variedad de sus tortillas… pero eso era una apuesta demasiado fácil. Quemamos nuestras naves y decidimos probar una tortilla de un bar cualquiera en un barrio cualquiera de Madrid…


 
Conviene entender cuál es el modo de producción que ha llevado a la economía china a convertirse en lo que es hoy en día. La explicación parte de una fuente no competente en la materia que prefiere un digno anonimato. En la mentalidad occidental, el proceso industrial sigue una determinada lógica: a partir de una idea se obtiene un bien comercializable previo paso por un determinado proceso de producción. El valor monetario de ese bien se calcula en base a todo el coste de ese proceso al que se añaden impuestos y beneficios. Sin embargo, la mentalidad china parte de una concepción opuesta: ante un determinado bien se establece un precio de venta al público de bajo coste y todo el proceso de producción debe ajustarse a ese precio fijado de antemano mediante la reducción de los costes en la cadena operativa.

Ni siquiera la hostelería es ajena a esta nueva forma de operar. Un sector tan sumamente patrio, el de la cantina y la taberna de chato y tapa, de importancia fundamental en el Producto Interior Bruto (PIB) español, se ha visto invadido, tomado y conquistado. Por eso, no es extraño que nos encontremos con bares de toda la vida regentados por ciudadanos chinos capaces de adaptarse con habilidad camaleónica a los intereses y gustos de la clientela española. No podemos dejar de maravillarnos de la capacidad de adaptación y asimilación de la que hacen gala.

Nuestros pasos en pos de la tortilla nos llevaron al Bar Restaurante Obelisco. Un local normal, de clientela normal, en un barrio normal. Era un sitio más que apropiado para tratar de probar la tortilla del día a día del madrileño medio. Pero, y aquí tenemos la sorpresa, nos encontramos con un bar de transición. Es decir, un bar adquirido recientemente por ciudadanos chinos pero que, todavía, mantenía a los antiguos camareros españoles. Este es un episodio ineludible de todos los establecimientos que pasan a ser regentados por ciudadanos chinos. Una vez más, Angry Omelette estaba de lleno en la historia y podría convertirse en fiel testigo de un proceso apasionante: el traspaso de un local y su inclusión dentro del complejo imperio hostelero chino. La tortilla del Bar Obelisco se convertía, más que nunca, en un compendio de interrogantes: ¿serían capaces de lograr una auténtica y sabrosa tortilla de patatas española? ¿Aplicarían con destreza e inteligencia el modo de producción asiático a la tortilla?

Todos los pecados viven en Madrid
Las respuestas llegaron con la propia tortilla. En apariencia, sobresaliente. Como se puede ver en la imagen, magnífica presentación, completa y bien dispuesta: café cortado; pincho proporcionado y justo coronado con el consabido tenedor y franqueado por una buena cantidad de pan; y, por último, vaso de agua. En sabor, matrícula. Admiración ante la capacidad china de asimilación de algo tan nuestro como la tortilla de patatas: jugosa, deliciosa, la patata en su punto y el huevo en ese difícil equilibrio que trata de satisfacer a todos los paladares: no muy hecho, pero tampoco líquido. Cada bocado se transformaba en una apasionante experiencia que nos recordaba la gloria infinita de toda tortilla que merezca llevar ese nombre. Y ésta era una de ellas.

Con el plato vacío y el café en la mano, sólo nos quedaba rendirnos a la evidencia del poderío económico del gigante asiático. Si habían conquistado a la tortilla de patatas, nos habían conquistado a nosotros. 

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