viernes, 9 de mayo de 2014

Mayo, el mes de las flores

La disculpa es una bella costumbre que los tiempos orgullosos de la modernidad pretenden desterrar en el olvido. En la maraña de datos en que se ha convertido nuestra actualidad, en ese embrollo inalámbrico de conexiones que nos envuelve y en el caos contaminante de luces y sonidos que nos apabulla, debo pedir disculpas. Durante días, semanas e, incluso, meses, he abandonado la noble tarea tortillera. No por falta de ejemplares ni ánimo; ni siquiera he sucumbido el clásico miedo de enfrentarme al folio en blanco. La explicación es simple y concisa (qué gran verdad la de la navaja): me encuentro sometido a la tiranía del régimen. Evidentemente, ningún doctor ni endocrino en su sano juicio complementaría una dieta con una buena tortilla de patatas.

La figura y el verano nos limitan el número de tortillas aconsejable a la semana; pero también nos reconforta con diversos placeres que recuperamos con ilusión infantil. Uno de ellos es simple y barato: pasear. En los escaparates y en los bares las tortillas se insinúan pecaminosas y ofrecen sus tiernos placeres a mi paso. Pretendo olvidarme de ellas a base de kilómetros y kilómetros sin rumbo, pero sobre todo sin sentido, soportadas a base de escasas raciones de una buena y diurética piña.